Capítulo 66. Grietas en la armadura.
Amy Espinoza.
Subí las escaleras con las piernas aún temblorosas, el eco de Maximiliano aún ardiendo en mi piel. Cada paso era un recordatorio de la escena en el despacho, de la desfachatez con la que había detenido el mundo, mi mundo, para reclamar lo que, según él, ya le pertenecía.
Me ajusté de nuevo mi ropa, intentando en vano suavizar las arrugas que delataban su frenesí. Un rubor tonto y persistente me quemaba las mejillas. Estaba… molesta. Sí, eso era. Molesta por su arrogancia, por su certeza absoluta de que todo, incluida yo, giraba a su ritmo.
“Que esperen, para eso les pago”. Las palabras resonaban en mi cabeza, frías y calculadoras, empañando el calor que momentos antes me había hecho derretir. ¿Era eso lo que yo era? ¿Otra transacción más en su imperio? ¿Una cita en su agenda a la que podía retrasar o adelantar a su antojo?
Al entrar a la sala del primer piso, el escenario era de una calma surrealista. Telas de seda, encaje y organza cubrían cada superficie disponible. Tr