Capítulo 53. Indiferencia.
Amy Espinoza
El sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas cuando mis ojos se abrieron lentamente. Durante unos segundos, me quedé quieta, esperando sentir su calor a mi lado, su brazo pesado rodeando mi cintura, su respiración acompasada en mi cuello. Pero el espacio a mi derecha estaba frío.Me incorporé de golpe. La cama enorme parecía aún más vacía que nunca. Las sábanas estaban arrugadas, testigos mudos de lo que había ocurrido entre nosotros, pero él ya no estaba.
Un nudo me apretó la garganta.
Me envolví en la sábana, temblando, aunque no hacía frío. Caminé descalza por la habitación, con esa mezcla de ilusión rota y desconcierto. ¿Dónde estaba? ¿Cómo podía desaparecer así, después de… de todo lo que había pasado?
Crucé el pasillo con pasos cautelosos, me fui a mi habitación, me duché, me vestí y salí a buscarlo. No había rastro suyo en la sala. Tampoco en el comedor. Hasta que, al doblar hacia el ala más alejada de la casa, vi luz bajo una puerta entreabierta.
El despacho.