Capítulo 40. En la guerra y en el amor, todo se vale.
Amy Espinoza
El bolígrafo temblaba entre mis dedos.
Sabía que no debía hacerlo. Que firmar ese contrato era como declarar la guerra abierta contra Maximiliano. Pero también sabía que si no lo hacía, nunca me liberaría de la sombra que él proyectaba sobre mí.
—Señora Espinoza… ¿Procedemos? —preguntó la recepcionista con una sonrisa profesional.
Mis ojos se desviaron a la derecha, donde estaba él, imponente como siempre. Maximiliano no había vuelto a decir nada, pero su silencio era más intimidante que un grito.
Me observaba con esos ojos que parecían cambiar de color según la tormenta que lo habitara: ahora eran de un verde oscuro, profundo, cargado de advertencias.
—Amy —su voz grave me atravesó, lenta, cortante—. No firmes.
Mi respiración se cortó. Sentí la sala volverse demasiado pequeña, como si el aire pesara sobre mí. Pero no iba a ceder. No esta vez.
Enderecé los hombros, aunque las manos me temblaban.
—No puedes decidir por mí —respondí, apenas un susurro.
Él dio un paso adela