Capítulo 25. Mi prometida.

Amy Espinoza

La cena había terminado hacía apenas unos minutos, y el salón aún olía a vino tinto, a perfumes caros y a ese humo invisible que deja la vanidad cuando se mezcla con la ambición.

Yo me movía entre los invitados como un fantasma, fingiendo sonrisas, respondiendo preguntas banales sobre moda o actualidad, pero por dentro solo quería escapar.

Había aguantado la velada entera con estoicismo, tragándome las miradas inquisitivas y los cuchicheos que, aunque disimulados, eran dagas directas a mi orgullo.

Adrián estaba en su elemento: rodeado de productores, actrices, periodistas… brillaba con esa luz artificial que tanto le gustaba, como si cada gesto suyo mereciera la atención del mundo.

Yo sabía que no tardaría en atacar en su segundo round. Lo presentía. Y no me equivoqué.

—¿Ya la vieron? —dijo con esa voz modulada, la que usaba cuando quería sonar encantador, pero que a mí ya solo me recordaba a veneno disfrazado—. Amy Espinoza. La gran promesa que nunca fue.

El golpe fue
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