Capítulo 248. Él es fuerte.
Amy Espinoza
El tiempo no avanzaba. No sé cuánto llevaba sentada en esa sala, pero sentía como si hubiera pasado un día entero. El reloj de la pared marcaba apenas un par de horas, pero mi cuerpo no le creía. Porque todo me dolía: la espalda, la cabeza, la respiración.
Adrián iba y venía por la sala como si llevara un motor metido en el pecho. Mía estaba dormida en una silla, con su chaquetica hecha un bollo bajo la cabeza. Yo la miraba cada tanto para asegurarme de que estaba bien. No podía con otra preocupación más.
El médico no regresaba.
Cada vez que la puerta de doble hoja se abría, levantaba la cabeza esperando verlo, pero siempre era otro médico, otro enfermero, otra camilla que no tenía nada que ver con nosotros. Me mordía el labio hasta sentir sabor a sangre. Respirar era pesado. ¡Como si el aire se hubiera vuelto demasiado espeso!
El bebé se movió fuerte otra vez. Levanté la mano y acaricié mi vientre.
—Ya sé, tranquilo… —susurré—. Yo también quiero que tu papá salga de ahí.