Capítulo 160. El inicio de una nueva melodía
Amy Espinoza
El sol se filtraba entre las cortinas, tiñendo la habitación con ese dorado suave que solo existe en las mañanas tranquilas.
Volví a despertar, y esta vez lo hice primero que él.
El silencio no pesaba. Era un silencio cálido, envuelto en respiraciones lentas y promesas recién dichas. Me giré un poco y lo miré.
Maximiliano dormía a mi lado, con el rostro sereno y una mano apoyada sobre mi cintura.
Tenía el cabello ligeramente desordenado, y la luz del amanecer dibujaba líneas doradas sobre su piel.
No parecía el empresario exigente que todo el mundo temía. Parecía un hombre en paz. Mi hombre.
Me quedé observándolo unos segundos, escuchando el sonido de su respiración, ese ritmo constante que me anclaba a la realidad.
Después de tanto, por fin estábamos aquí. Completos. Sin fantasmas, sin culpas, sin miedo.
Deslicé mi mano por encima de la suya, y sentí cómo sus dedos se movían apenas, como si su cuerpo me reconociera incluso dormido.
—Buenos días —susurré, apenas rozando