Capítulo 159. Entrega total.

Amy Espinoza

La luz se filtraba por las ventanas, tiñendo la habitación de tonos plateados y sombras largas.

Maximiliano me miró, no era una mirada de posesión, ni de deseo urgente. Era más profunda, una mirada de reconocimiento, como si me estuviera viendo por primera vez y a la vez recordando cada instante que habíamos compartido. El aire se cargó de una electricidad serena, anticipatoria.

Sin pronunciar palabra, se detuvo frente a mí, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, pero sin tocarme aún. Su mano se alzó con una lentitud casi ritual, y sus dedos acariciaron mi mejilla con una ternura que me hizo cerrar los ojos.

Fue entonces cuando se inclinó.

El beso no fue una toma, sino una ofrenda. Sus labios se posaron sobre los míos con una suavidad exquisita, un contacto ligero como el aleteo de una mariposa. No había prisa, ni ansiedad. Solo el sabor compartido del aliento, el calor familiar de su boca, la promesa tácita de lo que estaba por venir.

Sentí cómo cada músculo
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