Capítulo 157. Una mujer sin nada que perder.
Luciana Velasco
El sonido metálico del televisor era lo único que rompía el silencio en esta maldita celda.
La señal no era buena, pero alcanzaba para ver lo que más me dolía: el mundo seguía girando sin mí.
El noticiero de espectáculos mostraba un especial de la noche.
Y ahí estaba ella. Amy Espinoza. Con su sonrisa perfecta, con esa voz dulce que ahora todo el país idolatraba.
El titular decía en letras doradas.
“Amy Espinoza conquista el Teatro Dolby con su gira Donde empiezo otra vez”.
Por un segundo, creí que estaba soñando. O que alguien lo había hecho a propósito solo para torturarme.
La imagen era tan clara que podía ver el brillo de las luces sobre su vestido, el público de pie, aplaudiéndola como si fuera una diosa.
Y luego, en primera fila, él, Maximiliano Delacroix, mi medio hermano, el hombre que le dio todo lo que yo perdí. El hombre cuya cúpula de poder, soñé con alcanzar, y que ella que ahora la miraba con una devoción que me revolvió el estómago.
El tenedor de plástico