Capítulo 151. Viviendo mis canciones.
Amy Espinoza
El sol de Los Ángeles tenía esa luz dorada que hacía que todo pareciera una promesa.
Esa mañana, la ciudad se veía distinta. O quizás era yo la que había cambiado.
Habíamos llevado a Mía temprano al colegio, feliz porque su maestra le había prometido dejarla cantar en el acto de fin de curso. La habíamos dejado en la puerta, como siempre, y ahora íbamos los dos hacia Argentum Entertainment, su empresa… nuestra segunda casa.
El ruido de las avenidas no me molestaba. Al contrario, sentía que cada bocina, cada reflejo en los escaparates, formaban parte de una melodía que solo yo podía escuchar.
Había pasado tanto tiempo esperando algo así, que todavía me costaba creer que estaba ocurriendo.
Maximiliano conducía con su habitual serenidad. Llevaba los anteojos de sol puestos, y una mano apoyada en el volante con esa seguridad que me desarmaba.
A veces pienso que todo en él transmite control… hasta que me mira, y entonces lo pierdo yo.
—¿Qué tantas miras por la ventana? —pregun