Capítulo 150. Tú estás en cada verso.
Amy Espinoza
Maximiliano se acercó enseguida, con esa calma que solo él sabía mantener cuando yo me quebraba.
—Eh… —susurró, tomándome la cara entre sus manos—. No llores, amor.
—No puedo evitarlo —respondí entre risas y lágrimas—. Es que…
Él sonriendo, bajando la frente hasta tocarla con la mía.
—Tranquila, amor. Solo sonríe porque tu sueño se hizo realidad.
El productor nos miraba desde atrás, con una sonrisa cómplice, como si entendiera que ese momento no le pertenecía a nadie más.
Los demás técnicos salieron discretamente, dejándonos solos en el estudio.
El silencio que quedó fue perfecto.
Solo el zumbido bajo de los equipos y mi respiración entrecortada.
Maximiliano me abrazó de nuevo, fuerte, hasta que sintió su corazón latir al mismo ritmo que el mío.
—¿Sabes qué pienso cuando te escucho cantar? —murmuró.
—¿Qué? —pregunté, sin levantar la cabeza de su pecho.
—Que naciste para esto. No solo para cantar… sino para sanar. Cada palabra tuya cura algo, incluso en mí.
Cerré los ojos.