Capítulo 136. La voz que se quiebra.

Amy Espinoza

El pasillo se sentía demasiado largo.

Caminaba con Mía de la mano, y aunque ella tarareaba bajito la canción que acabábamos de grabar, yo apenas la escuchaba.

Cada nota me sonaba lejana, como si proviniera de otro tiempo, de una parte, de mi vida donde todavía había calma.

No podía dejar de pensar en él.

En Maximiliano, tan pálido, con esa expresión de cansancio que no le conocía.

En la forma en que se apartó cuando le hablé, como si mi sola presencia le pesara.

En su voz, cuando dijo “no puedo ahora”, y luego se encerró en el baño.

El sonido del agua seguía en mi cabeza, incluso después de haber salido del despacho.

Una parte de mí quiso volver, tocar la puerta e insistir, pero debía seguir las grabaciones, por eso no lo hice. Sin embargo, tenía miedo de su silencio.

Y de lo que ese silencio pudiera significar.

Mía caminaba saltando en cada baldosa, ajena a todo.

Su inocencia era tan grande que dolía.

Me apretó los dedos con su manita tibia.

—¿Mami, papi, está enfermo? —
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