Capítulo 135. Yo misma empezaría a cantar.
Mía Soler.
A mí siempre me había gustado cuando mamá cantaba.
Decía que cantar le hacía bien, pero a mí me parecía que, a veces, también le hacía doler un poquito el corazón.
Porque cuando la miraba desde allí, detrás del vidrio grande del estudio, la veía con los ojos cerrados, como si pensara en algo que no podía decir.
Y su voz… su voz sonaba como cuando llovía suave y el agua tocaba las hojas.
Bonito. Triste, pero bonito.
Estaba sentada en un sillón chiquito, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas.
Me habían dicho que tenía que quedarme calladita, y lo estaba cumpliendo, porque era buena guardando silencio cuando mamá trabajaba.
Aunque, a veces, me daban muchas ganas de aplaudir.
Mamá usaba audífonos y se movía despacito mientras cantaba.
Tenía el cabello suelto, y cuando la luz del estudio le daba, parecía que tuviera una corona invisible.
Yo pensaba que era un ángel.
Un ángel que no volaba, pero que cantaba.
Cerré los ojos un poquito, imitando cómo lo hacía ella