NO CAIGAS.
Alana caminó de forma recta con Ángelo, sintiendo su mano fría en su espalda hasta que se subieron en el coche que los esperaba.
Ella no se esmeró en ver a su alrededor, peor se dio cuenta de que Ivy no estaba por ninguna parte, ni parte de su familia tampoco.
Estaban en una especia de limusina, donde ella pudo sentarse, y tener de frente a Ángelo, que se desabotonó la chaqueta, y al mismo tiempo le ordenó algo a los hombres.
El auto comenzó a moverse, pero ella no pudo quitarle los ojos de encima, mientras los dedos de Denaro, toqueteaban el pasamanos.
Finalmente, fue Ángelo quien rompió el silencio, la miró de pies a cabeza, y luego le sonrió.
—Has estado mirándome de una manera que me hace preguntarme si quieres algo de mí, piccola —dijo, sin apartar de ella—. Y si es así, deberías saber que voy a tomar esa mirada intensa como una insinuación.
Alana sintió que el corazón daba un vuelco ante sus palabras. Sabía que Ángelo estaba jugando con ella y tal vez parte de lo que