9. ¿Por qué no puedo dejar de verte?
Rita está pronta a marcharse de nuevo a México. La acaba de llamar para decirle que ya está haciendo sus maletas, y que el día de mañana partirá fuera del país. Agradece que su prima no haya sospechado de nada. Que nadie haya sospechado algo en concreto. Le prometió que iría a despedirla.
—¿Estás ocupada? —Azucena alza la vista a Erick, su primo, cuando entra a la oficina.
Ella le sonríe un poco antes de levantarse y saludarlo con la mano.
—No, por favor. Toma asiento. ¿Deseas algo?
—Estos días has estado extraña. Creí que ocurría algo —Erick dice—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿no?
—Lo sé —Azucena sonríe con timidez—, pero ya hemos hablado de esto. Estar frente a la cabeza de ésta sucursal no es fácil. Sé que puedo confiar en ti, Erick. Y por eso —Azucena toma su mano—, me gustaría que estuvieras al frente de la gerencia de finanzas. Tengo otras cosas qué hacer con el rubro de la administración y las importaciones y necesito a alguien de total confia