11. Frívolo
—¿Mi e-esposo? ¿De qué está hablando? —cualquier nombre hubiese sido perfecta para la persona anónima. No éste. No él. Azucena no le entrega la caja al mesero—. ¿Mi esposo?
—Se acaba de ir. Yo mismo le traje su camioneta —el mesero ignora lo que le hizo sentir a Azucena con semejante nombre—. ¿Desea quedarse con el…?
—No, olvídelo. Muchas gracias —Azucena se da medio la vuelta. Azorada por aquel nombre, vuelve a preguntar—. ¿Está seguro que fue el señor Montesinos?
—Oh, sin duda. Conozco desde hace un tiempo a su marido, señora.
Azucena se le quita las ganas de continuar hablando de él. Precisamente de él. ¿Anillo? ¿Un regalo? ¿De qué se trata esto? El mesero pregunta si necesita otra cosa, pero Azucena amablemente deniega de sus servicios antes de salir corriendo hacia la salida en busca de Sebastián. Se guarda la caja en su abrigo, aclarándose la garganta para aparentar que el nombre de Rafael y lo que hizo no la sorprende.
La enoja un poco. ¿En qué está pensando regalándole algo as