Alice mira a la señora Anderson, traga saliva y vuelve a mirar al señor Anderson, quien la mira atentamente esperando su respuesta.
—Tu silencio lo confirma. ¿Cómo es posible que estén divorciados si van a ser padres? Eso no lo acepto en la familia. ¿Qué mal hizo Damián para que se hayan divorciado? ¿Es un bueno para nada?
—¡No hables así de él! —Alice alzó la voz—. Es tu hijo y no tienes por qué ser tan duro. Damián es mucho más de lo que te puedes imaginar en mi vida y en la de nuestros hijos, señor Anderson, y me disculpa mi tono de voz, pero mi enojo es evidente. Es cierto que no estamos casados, pero aquí estoy, y estamos aún más juntos que nunca. Un papel no define nuestro amor.
—¡¿Qué dirá la sociedad al saber esto?! Luego van a pensar que las fotos que publicaron de ti eran ciertas las sospechas de infidelidad por tu parte —también alza la voz.
—Cariño… —la señora Anderson le habla a su esposo.
—¡Al diablo la sociedad, señor Anderson! Haga bien Damián o no, siempre van a h