XX. UN BUEN INICIO

Leo y yo éramos novios, y solo había una cosa que nos preocupaba: nuestros padres. Yo no creía que con Señor hubiera mucho problema y, aunque no estaba muy convencido de ello, Leo se relajó al respecto al ver que Ángel compartía mi opinión.

El verdadero problema aquí era Dan, quien todos estábamos seguros se opondría rotundamente a nuestra relación.

Encontrar la forma de informarle nos quitó el aliento por un rato, torturando nuestras cabezas que no podían formular una buena idea. Éramos tres cabezas y, de tres ninguna, ofrecía nada.

No voy a llamarnos tontos porque, aunque no lo pareciera, la situación era problemática. Dan tenía un fuerte carácter, tan fuerte que creo que incluso Señor le tenía miedo.

Pasamos horas en una banca del jardín, intentando idear una estrategia en que perdiéramo

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