Obligada por la luz que entraba por mi ventana, abrí los ojos. Era extraño, no recordaba haber llegado a mi cama, lo último que recordaba de la noche anterior era… ¡Ángel!
Me levanté tan rápido que sentí un mareo intenso, y miré alrededor para descubrirme completamente sola en mi habitación.
Mi cabeza estaba llena de cosas sin sentido, de preguntas sin respuesta: «¿qué sucedió?, ¿lo soñé?»
Si, seguramente fue un sueño. Ángel no podría estar en ese lugar, yo lo había matado, y los muertos no regresan, eso estaba claro.
Supuse que todo había sido un sueño provocado, seguramente, por la culpa que estaba cargando y por las últimas revelaciones de Señor.
En eso estaba mi cabeza, cuando unos golpes en la puerta me hicieron estremecer el corazón y pegar tre