Capítulo 36 – Renacer en el dolor
Los días pasaban lentos dentro de la habitación del hospital. Isabela apenas tenía fuerzas para hablar, y cuando lo hacía, su voz era un susurro lleno de tristeza. Gabriel no se separaba de su lado ni por un segundo. Dormía en el sillón junto a su cama, tomándola de la mano, como si temiera que si la soltaba, desaparecería.
Las noches eran las peores. Isabela se despertaba entre lágrimas, llevándose las manos al vientre, recordando el vacío que ahora sentía. Gabriel la abrazaba sin decir una palabra, dándole la única certeza que podía ofrecerle en ese momento: su amor inquebrantable.
-Estoy aquí, Bella -murmuraba cada vez que la sentía temblar-. No te dejaré nunca más.
Pero ni sus palabras ni sus caricias podían borrar el dolor que los consumía.
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Los médicos la dieron de alta después de dos semanas. Gabriel la llevó de vuelta a la mansión, pero ya nada era como antes. No había cadenas, no había órdenes, no había esa bestia dominante que siempre impon