Capítulo 30 – Entre el Deseo y la Huida
La noche en la mansión de Gabriel era silenciosa, apenas interrumpida por el leve sonido del viento contra las ventanas. Isabela dormía a su lado, envuelta en el calor de su cuerpo dominante, sintiendo su respiración pausada en su cuello. Su piel aún ardía por la intensidad de lo que habían compartido horas antes.
Sin embargo, su mente estaba en conflicto. Cada vez era más difícil negar lo que sentía. Gabriel no era el hombre que deseaba amar, pero su cuerpo lo reclamaba con una necesidad que la aterraba. ¿Desde cuándo había empezado a desearlo? ¿Desde cuándo su cautiverio se había convertido en un espacio en el que se sentía... protegida?
Quiso apartarse un poco, pero el brazo de Gabriel la rodeó con más fuerza, como si incluso en sueños se negara a dejarla ir. Su fuerza la atrapaba, su posesividad la envolvía, y su corazón palpitaba con temor y excitación al mismo tiempo.
Ella no podía seguir así.
Sabía que si se quedaba, tarde o temprano caer