Capítulo 29: Confesiones de Placer y Sumisión
Gabriel aún sentía el calor de Isabela en sus manos cuando la condujo de regreso a la mansión. El recuerdo de sus encuentros previos aún ardía en cada poro de su piel, mientras su cuerpo vibraba con un deseo incontrolable. Sin embargo, lo que más inquietaba a Gabriel era la manera en que ella respondía a cada caricia, una mezcla embriagadora de sumisión y placer que desdibujaba los límites entre el control absoluto y la entrega total. ¿Acaso Isabela aún luchaba contra esa entrega o ya había aceptado, de forma silenciosa y profunda, que le pertenecía por completo?
Esa noche, en la penumbra seductora de su habitación, Gabriel la hizo sentarse en la cama, completamente desnuda. La tenue luz realzaba la suavidad de su piel y, en un detalle imborrable, el tatuaje en su espalda—con el nombre que él había marcado—resplandecía como un emblema de destino y poder. Gabriel se posicionó frente a ella, con una mirada oscura y penetrante que parecía des