A tal punto que siempre se olvidaban de la alergia de Juan a la leche.
Viendo que todo se había convertido en un caos, Miguel rápidamente llamó a Andrea.
Andrea acababa de llegar a casa y ni siquiera se había sentado en el sofá.
Al escuchar que Juan, efectivamente, había tenido una reacción alérgica, su reacción instintiva fue salir corriendo a buscarlo.
Pero pronto reaccionó, se mordió los labios y se controló.
—El medicamento para la alergia está en el segundo cajón del botiquín. Solo tienen que dárselo según las instrucciones. Recuerden que es alérgico a la leche, no le den productos lácteos en el futuro.
Miguel, apresurado, sacó el medicamento y se lo dio a Juan.
El pequeño se calmó después de un rato.
Pero con este estado, era claro que no podría ir al jardín de niños, y alguien tendría que quedarse a cuidarlo.
Normalmente, cuando Juan se enfermaba, Andrea lo cuidaba día y noche, y era la que mejor lo hacía.
Miguel frunció el ceño.
—Tenemos que ir a trabajar en un rato. Vuelve aho