La oscuridad comenzaba a ceder lentamente cuando Jacob apareció a toda velocidad por el sendero de tierra que conducía al lugar del impacto. Su lobo plateado se alzaba majestuoso, con el pelaje erizado, olfateando el aire con intensidad. Al ver el vehículo volcado entre los árboles, se transformó en su forma humana con un destello de luz y corrió hacia la escena.
Logan estaba de pie, con una rodilla herida y la camisa desgarrada, pero firme. Mia permanecía a su lado, temblando, con el rostro pálido y manchas de sangre en la frente y la manga. El chofer lobo estaba siendo atendido por uno de los médicos que Jacob había traído, visiblemente grave, pero estable.
—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Jacob, con el ceño fruncido, observando los restos del coche.
Logan respiró hondo. Su mirada se desvió por un momento hacia Mia, que aún mantenía sus brazos alrededor de su torso, como si intentara proteger algo que aún no comprendía del todo.
—Nos emboscaron —dijo Logan con frialdad—. Un grupo