Varios nobles se acercaron para saludarme y les correspondí amablemente, sin dejar de disfrutar de las delicias servidas y me alegré de rememorar los momentos en los que había sido feliz en ese castillo; porque sin ellos no habría podido llegar a ser la mujer que ahora tenía el poder suficiente para cumplir su voluntad.
— ¿Y por cuanto tiempo gozaré de la presencia de su majestad?
—No puedo quedarme por más de dos días— le respondí.
— ¿¡Te irás tan pronto!? —Chilló— Creí que al menos me acompañarías por una semana.
—Mi hijo me necesita, ya he estado separada de él por mucho tiempo.
—Bien, parece que no puedo competir contra Ódgon— declaró— ¿Y cómo es? ¿Tiene tus ojos?
— ¡Oh, tío! mi niño es muy hermoso— le aseguré—. Se parece mucho a su padre y a su abuelo.
— ¿Y no se parece en nada a mí?
—Bueno, me han asegurado que desde que me fui, le ha tocado los pechos a más de una mujer.
Sus carcajadas atrajeron la atención de cada invitado y decidí aprovechar su buen humor, por lo que llamé a