—Esto es una locura… —murmuró Selyna, llevándose las manos al cabello con frustración.
—No lo es —respondí con firmeza, manteniéndole la mirada.
—¡No, para nada! —replicó ella, sarcástica, elevando los brazos hacia el techo y dejándolos caer con un golpe seco sobre sus muslos—. Ir a restregarle en la cara a Eva que estás viva y coleando no es una locura. ¡Claro que no!
—Tú misma lo has dicho: “sacrificio voluntario” —le recordé con voz tensa, cada palabra cargada de intención.
—¡No! —gritó Selyna, interrumpiéndome con un gesto brusco de la mano.
—¿No?
—Bueno… sí. Pero no de esa forma. —Se acercó a mí con expresión preocupada, me tomó las manos entre las suyas y me miró como si intentara hacerme entrar en razón—. Escucha, te lo explicaré otra vez, con calma. Hace siglos, los hombres lobo fueron maldecidos por una antigua sacerdotisa —hizo una pausa, buscando en mi rostro alguna señal de atención—. Y si las leyendas no mienten… ella era tu antepasada. Desde entonces, nuestra especie no