Capítulo 11.

Por la noche salí de mi habitación a hurtadillas.

Al final del pasillo había una ventana que filtraba algo de luz de luna. Recorrí de puntillas los escasos metros hasta allí para salir.

Tenía que ser cuidadosa porque en las últimas habitaciones se encontraban De y Da. Lobos que mis padres dejaban en esta manada cuidándonos pero que se concentraban más en patrullar el perímetro. Nada que ver con el lobo blanco.

Salté y caí al otro lado tratando de hacer el menor ruido posible. Casi me doy algunas palmadas de felicitación mentalmente hasta que di un par de pasos y tropecé con alguna roca.

Gruñí de frustración. ¿Alguna vez mi coordinación mejoraría?

Me levanté y al alzar la vista tropecé hacia atrás volviendo a caer.

-¿Te has hecho daño?

-¿De dónde saliste?- Pregunté en un susurro mientras evaluaba mi trasero. Si, nada grave.

-La puerta estaba abierta, no es como si la cerraran nunca. Creí que saldrías por ahí hasta que te oí moverte a este lado de la Casa de la Manada.
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