Capítulo 106.
El sol apenas despuntaba cuando tocaron la puerta.
No había dormido mucho; mis músculos seguían doliendo y la mente no dejaba de dar vueltas, como si todo lo que habíamos vivido el día anterior se repitiera en bucle. Aun así, me levanté. Era hora de seguir.
Cuando salí al exterior, el aire estaba frío y el terreno húmedo por la lluvia nocturna. Los lobos de las manadas rescatadas estaban reunidos en el claro principal. Algunos aún tenían vendajes frescos, otros se sostenían entre sí, pero todos tenían los ojos fijos en la fogata central donde papá esperaba.
Los guerreros de mi manada formaban un semicírculo más atrás, atentos, disciplinados. Había cansancio en todos los rostros de los lobos rescatados, pero también una chispa nueva… la de los que se niegan a rendirse.
Papá alzó la voz, y el murmullo se apagó.
—Esta mañana solo hablaremos de lo esencial. —Su tono era firme, pero no distante—. Han pasado por demasiado. No pretendo forzarlos a nada más que recuperarse.
Hizo una pausa, de