Capítulo 103.
A medida que nos acercábamos, el oleaje se volvía más denso. La corriente parecía empujarnos hacia la costa, pero la entrada de la cueva estaba tan bien disimulada que cualquiera habría jurado que solo era una grieta más entre las rocas.
Papá fue el primero en entrar.
Desapareció entre la sombra, y el lobo blanco lo siguió.
Yo respiré hondo y los seguí justo detrás.
El cambio fue inmediato.
El ruido del mar se apagó al cruzar el umbral, sustituido por un silencio húmedo y pesado. Solo se oía el goteo constante del agua filtrándose desde las paredes y el sonido de nuestras respiraciones.
A medida que nos adentrábamos, la oscuridad se volvía más densa. El lobo blanco abrió la marcha, moviéndose con cuidado sobre el agua.
La pared izquierda mostraba marcas recientes: arañazos, cortes… incluso algo que parecía hollín.
—La marea sube y baja en esta zona. Han descargado cosas aquí —dijo papá en voz baja—. Y no hace mucho.
Avanzamos un poco más hasta que el túnel se ensanch