Clara
No entendí que acababa de ocurrir... Cómo permití que eso pasara.
Mi corazón latía tan rápido que podía escaparse en cualquier momento. La respiración se me fue como si me hubieran quitado todo el aire de golpe.
Estaba de pie, temblando, sin lograr controlar las manos y con la piel todavía caliente donde ese… hombre, que ni siquiera sabía su nombre, me había marcado.
—No… —murmuré, mi voz era un susurro.
Sacudí la cabeza, intentando comprender lo que había sentido. Lo que había permitido. Lo que me había hecho.
No podía ser real.
No podía ser mi compañero.
Eso no tenía sentido.
Mi compañero tenía que ser Caleb. Siempre había sido él. Lo había sentido desde que éramos niños, y aunque él estuviera distante ahora, yo todavía lo creía.
Necesitaba creerlo.
—No… tú no puedes ser… —repetí, dando un paso atrás.
—Lo soy —dijo con esa voz profunda y cargada de una intensidad que me estremecía.
No conocía a este hombre. Mi madrastra apenas me gruñó que “teníamos visita” y que debía