Clara
Desperté de golpe, tragando una bocanada rápida de aire que quemó mis pulmones.
Estaba enredada entre las sábanas, pegada al cuerpo desnudo de Rowan. Él aún dormía con su brazo sobre mi cintura. Sentí su calor, la calma de su pecho subiendo y bajando… hasta que una luz abrasadora me arrancó la serenidad.
Un sonido me hizo sentarme en la cama: el de unas cortinas abriéndose de par en par.
—¡¿Qué diablos...?! —grité, llevándome una mano al pecho y tapándome con las sábanas mientras la otra intentaba cubrir mis ojos.
—¿Eso? —respondió una voz familiar—. Eso es un holograma de amanecer.
—¿Un holo… qué? —repliqué, parpadeando rápido, intentando acostumbrarme a la claridad que me quemaba las retinas.
Rowan se movió a mi lado, todavía adormecido, acomodándose como si nada, con ese gruñido bajo que siempre me erizaba la piel.
—Es cierto… —la voz volvió a hablar, divertida—. De la línea temporal que ustedes vienen, los hologramas todavía no existen.
—Roxie… —mascullé.
—Bueno, tortolitos