Roxie
Yo no era de ponerme nerviosa por verlos discutir, pero esa sala estaba a punto de explotar por los egos tan inflados.
Mamá quería mandar a Rowan y Clara de vuelta a la cabaña, pero el tío Z se negó con una calma que rozaba lo homicida.
—No los sacaré de mi vista —dijo, furioso y frustrado—. No después de ver la gran hazaña del chucho.
Lo miré de reojo. Clara todavía temblaba por dentro, la luz bajo la piel brillando como brasas.
Rowan parecía otra cosa: quieto… pero demasiado quieto; esa quietud que tienen los depredadores antes de saltar. Si lo alejaban de ella, nos comíamos un motín. Y si los dejaban juntos sin supervisión, tal vez se comerían el Averno.
—Entonces llévenlos a la mansión de Cor —cortó mamá, práctica—. Está bien asegurada.
Me mordí una sonrisa. El cuarto de mi tía no era “una habitación”: era un santuario paredes negras y símbolos viejos. Nada más “acogedor” para un convaleciente. Pero con un aire a habitación de juegos estilo BDSM que Rowan y Clarita estarí