Clara
Lo primero que sentí al verlo fue un nudo en la garganta.
No sentí rabia ni odio. Solo tristeza.
Esa tristeza arraigada que se clava en el pecho y no te suelta, porque sabes que la persona frente a ti alguna vez fue parte de ti.
Bastaba con mirarlo para entender que la vida no lo había tratado bien.
—¿Clara? —su voz ronca volvió a llenar el silencio de la mazmorra.
Me acerqué despacio, sin estar segura de si quería verlo de cerca o mantener la distancia. Sus ojos estaban hundidos, la piel marcada por golpes y cicatrices. No era el mismo Caleb que recordaba.
—“Ni lo sueñes, Clari”, —gruñó Roxie en mi mente—. “Ese cabrón no merece ni una lágrima tuya. ¿Quieres que te haga una lista de todo lo que hizo? Porque la tengo y es más larga que el cuello de una jirafa.”
Apreté los labios.
Lo recordaba. Demasiado bien.
Las palabras crueles que me había escupido, la forma en que me destrozó justo cuando más vulnerable estaba. Y aun así… verlo ahí, reducido a casi nada, me helaba la sangre.