Clara
Apenas logré escapar de la casa esa mañana. En cuanto Rowan se fue, me levanté y corrí a la ducha.
Agradecí que estuviera fría. El escalofrío helado que me recorrió la espalda fue la excusa perfecta para ponerme una bufanda gruesa y suave. Un tono gris que se fundía con mi abrigo y que me había regalado Caleb en mi último cumpleaños
La ajusté bien alrededor de mi cuello, ocultando la marca que él me había hecho la noche anterior.
"Rowan", pensé.
No conocía siquiera su nombre hasta que lo escuché del hombre que nos golpeó la puerta.
Rowan. El hombre que me había marcado. El que encendió mi piel sin más que una mirada.
Mi corazón latía más rápido de tan solo recordarlo. Su voz, su fuerza… el calor que aún sentía cuando cerraba los ojos.
Pero no debía pensar en eso. No ahora.
—¿Todo bien? —preguntó Caleb, caminando a mi lado. Su voz era suave, preocupada. Siempre era así conmigo. Protector. Atento.
Por lo menos lo fue hasta hace poco.
—Sí, no pasa nada —mentí, sonriendo con esfue