Capítulo 62. Nombres que no deberían aparecer
Julián no debería estar en Medellín. Lo sabía. Cada nervio, cada milímetro de su piel se lo recordaba en cuanto se quitaba el casco y sentía el aire tibio del Valle de Aburrá colarse por el cuello de su chaqueta. Medellín no era ciudad. Era trampa. Una trampa disfrazada de postal. Y aún así, allí estaba.
Aceleró la moto sin placa por la calle 33, esquivando buses y taxis con el cuerpo relajado pero los ojos alerta. Sabía que lo seguían desde la estación de San Javier. Un carro gris, probablemente alquilado, con placas de Envigado y vidrios polarizados. No hizo nada. Aún no. Tenía una cita primero.
La dirección lo había llevado hasta una clínica abandonada en Belén. Un edificio olvidado, con los muros cubiertos de grafitis viejos y un olor a humedad que se pegaba a la ropa. Entró sin prisa. Las escaleras de concreto crujieron bajo sus botas. En el tercer piso, frente a una puerta de metal oxidado, tocó tres veces. Una pausa. Dos veces más.
—Adelante —gruñó una voz desde adentro.
La pue