Esa misma noche, Santiago no pudo dormir. La imagen de Alexa, moviéndose como un veneno silencioso dentro de su casa, lo mantenía en vilo. Necesitaba detenerla… pero no de frente. Tenía que hacerla caer sola.
Se levantó antes del amanecer, encendió las luces del despacho y llamó a Elías.
— Necesito que me ayudes con algo —. Dijo apenas escuchó la voz de su amigo.
— Dime.
— Quiero hacerle creer a Alexa que hay algo que podría usar en mi contra. Algo jugoso. Algo que no pueda resistir.
Elías rió suavemente.
— ¿Una carnada?
— Exactamente. — Respondió Santiago—. Quiero ver hasta dónde llega cuando crea que tiene el control.
Santiago pasó las siguientes horas elaborando un falso documento, un supuesto contrato que comprometía a su familia en negocios turbios. El tipo de información que alguien ambicioso no podría ignorar. Lo elaboró tan minuciosamente que colocó fecha reciente, sellos creíbles, detalles técnicos. Elías ayudó a perfeccionarlo, asegurándose de que pareciera auténtico incluso