Dolores no pudo dormir aquella noche. Daba vueltas alrededor de su cama, con el teléfono en una mano y el trozo de papel que le entregó Mara en la otra. Pensó en llamar a la policía, en contarlo todo intentando encontrar una solución menos drástica a la situación; pero seguía viendo el dolor y el miedo en el rostro de la chica.
—Buenos días. — Eran apenas las seis de la mañana cuando se decidió a llamar.
— Buenos días. — Respondió una voz somnolienta del otro lado del teléfono.
— Me disculpo por la hora y el atrevimiento. Usted no me conoce pero yo... — Dolores intentaba encontrar las palabras adecuadas para describir la terrible situación sin mencionar a Mara, pero le resultaba casi imposible.
Dairon se sentó en la cama, alarmado por la extrañeza de la llamada.
— Verá, tenemos una amiga en común que necesita ayuda y me ha pedido desesperada que lo contacte.
— ¿ Amiga?
— Por favor, déjeme terminar. La situación es delicada y ella me ha pedido que le haga entrega de lo má