En el tenue fulgor dorado de las cálidas luces, Alice parecía brillar. Casi no conseguía contener la sonrisa. La felicidad la inundaba a tal punto que no conseguía ver la magia del momento era diferente para Dairon.
— Has vivido una existencia maravillosa, Alice, y de manera tan callada, que creo que pocas personas conocen tus logros. —
— La arqueología, contrario a lo que se cree, no es un campo muy glamuroso. Nos pasamos la vida entre ruinas y polvo.
— Has visto los restos de las grandes civilizaciones, estudiado las culturas más impresionantes. ¡Cómo te envidio!
— Pero lo he hecho todo sola.— Una gota de angustia tiñó de azul profundo la mirada antes entusiasmada de Alice.
— Nunca te he conocido un novio. ¿ Te puedo ser sincero?
— Lo prefiero ante todo.
— Siempre pensé que eras lesbiana.
Alice se atragantó con el sorbo de vino que pasaba por su garganta.
— Sí. — Reafirmo Dairon abochornado. — Pensaba que estabas enamorada de Mara, en secreto.
— ¡Madre mía! — exclamó ella,