Nunca imaginé que Javier tuviera una hermana, y una muy hermosa; se notaba que sus padres eran muy buenos en eso de crear hijos.
—¡Bell! ¡Qué bonito nombre! ¿Por qué nunca la habías traído a casa?
—No es lo que crees, Ana. Ella solo es… —se silenció—una amiga y nada más.
—Pero, ¿qué fue lo que te pasó? —se acercó a su hermano y tocó algunos de sus golpes.
—¡Detente! Eso duele… —se quejó Javier.
—Ya veo por qué te gusta ella; ¡eres una salvaje en la cama! —me señaló.
—No, no es lo que te imaginas —aclaré—. Solo vine a ayudarlo… él y yo no pasamos la noche juntos.
—¡Vaya manera de ayudarlo! ¿Eres alguna de sus alumnas o algo así? —preguntó.
—¡Deja de hacer tantas preguntas! —espetó Javier—. Mejor ayúdame a subir a mi habitación. Gracias por todo, Bell; nos vemos pronto —asentí, me despedí de Ana y salí de su casa. Creo que todo esto se estaba poniendo incómodo.
¡Maldita sea! ¿Cómo iba a pedir un taxi si no tenía mi móvil? Así que caminé y caminé hasta encontrar una estación de bus.
Una