Sentí mis manos atadas. Miré hacia arriba y noté que una cuerda las ajustaba y estas a su vez se encontraban sujetas en una de las esquinas de mi cama. Miré hacia mis pies, también se encontraban atados.
Me encontraba con ropa de dormir, significada que mi atacante lo había hecho mientras dormía.
De repente vi como el imbécil del trébol negro apareció por una de las esquinas de mi habitación.
—¡Desgraciado! suéltame —grité. El solo negó con su cabeza— ¡Voy a matarte!
Él solo se acercó de manera lenta, ví como sus manos se colocaban en mis pies. Empezó a a