—¿Quién te crees que eres para hablarme así? —reaccionó luego de un rato, dejando atrás la fachada de mujer temerosa.
Lo sabía. Sabía de quien se trataba incluso si nunca antes la hubiera visto. Además, pude notar que no solo se había colado en este lugar, sino que fingía ser una señora débil y temblorosa.
Nada más lejos de la realidad.
Nació como una luna. No era un ratón escondidizo y asustado. No me podría engañar de esa manera.
Quizás no me sentiría tan enfadada si hubiera acercado en otra ocasión, en otras condiciones. Si ella quería ver a su hijo, yo no era nadie para impedírselo. ¿Pero por qué venir justo cuando ahora es un alfa? ¿Por qué darle la espalda durante años, y ahora acercarse como si nada?
No conocía sus motivos para marcharse, pero tampoco me importaban. Solo yo sabía el dolor que Nathan sufrió, esperando día tras día a que su madre volviera.
—Oh, no lo sé, quizás la persona que tuvo que ocupar tu lugar en la manada siendo una niña. Y quizás también la persona que e