Nathan
Siempre supe que tenía que proteger a Eleanna. Era algo que estaba dentro de mí desde la primera vez que la vi. Con una certeza que nadie supo explicar, el instinto de protegerla de todo y de todos fue tan natural para mí como respirar.
De hecho, las cosas eran más sencillas cuando creía que sólo era una humana. Cuando tenía la absurda certeza de que nunca tendría que enfrentarse a ningún peligro. Podía hacer que mi manada la respetara. Podía vigilar que nadie se acercara con intensiones de hacerle daño. Y aunque no siempre pude cuidarla como debía, nadie podía decir que no lo intenté con todas mis fuerzas.
Mi padre siempre fue un hombre muy estricto, pero un poco desinteresado. Nos dejaba ir a nuestro ritmo, sin embargo, siempre parecía estar sobre nosotros. ¿Hacer travesuras? Eso terminaba convirtiéndose en una misión imposible. Nos descubría en segundos, por más que Eleanna era excelente en cuánto a cubrir sus huellas se tratara. No había manera de despistar a nuestro alfa.