Capítulo 3
Dante se acercó furioso y de un coñazo derribó a Alejandro al suelo; luego me sacó del auto.

Me refugié en sus brazos, temblando de pies a cabeza y con los ojos enrojecidos.

¡Pero yo también estaba furiosa!

Durante los años que estuve casada con Alejandro, desarrollé una depresión severa y hasta el día de hoy seguía tomando medicación. Pero después de tanto tiempo divorciada, todavía venían a buscarme para atormentarme la vida.

Dante abrazó a Joselito, que lloriqueaba, y como si fuera un niño, me puso una chupeta en la boca:

—No te enfades más mami, no te pongas triste.

—¿Dante Rossi? ¿Carmen, de verdad te casaste con este tipo?

Alejandro se levantó del suelo, todavía sin creerlo. Dante me rodeó con un brazo y respondió con desdén:

—Y si no se casaba conmigo, ¿qué? ¿Esperar a que un infiel como tú tuviera un cambio de corazón? ¿Pensaste que, al descubrir que tu amante no era lo que imaginabas, podrías volver con mi esposa? ¡Qué patético!

—Pero ella me persiguió durante tantos años, siempre estuvo obsesionada conmigo. ¿Cómo pudo dejar todo ese amor que decía sentir y casarse contigo?

—Que alguna vez estuviera enamorada de un canalla como tú, ¿significa que debía quedarse contigo toda la vida cometiendo el mismo error? ¿Por qué debería acaso? —Dante nunca perdía en una discusión.

Alejandro se puso rojo y pálido de la ira, incapaz de responder.

Roberto, con el rostro demacrado, murmuró:

—¿Mamá, de verdad vas a dejarnos a mí y a papá?

Dante intervino:

—Claro que sí muchacho, ya no quiere saber nada de ustedes dos. ¡Mocoso! Tú y tu padre siempre la menospreciaron y la trataron como a una basura, la humillaron haciendo que ella se fuera del lado de ustedes. Y ahora vienes a lloriquear, ¿qué pretendes?

Roberto, aún siendo tan joven, nunca había sido reprendido de esa manera. Su cara se puso roja hasta el cuello y me miró con ojos suplicantes.

Pero hace seis años, él había insistido en que Lucía fuera su madre y causó mi aborto al empujarme, rompiéndome el corazón. ¿Cómo podía perdonarlo? Con la rabia contenida, llamé a la Policía. Lo de Alejandro era un intento de secuestro, aunque al no haber daños graves, solo recibió una amonestación verbal.

Aun así, tanto Alejandro como Roberto quedaron afectados. Intentaron hablar conmigo a solas, pero los rechacé.

—¡Te vas a arrepentir! —me advirtió Alejandro con un rostro sombrío.

Tomé a Joselito de la mano y, sin mirar atrás, me fui a casa con Dante. Pero apenas llegamos, las noticias mal infundadas sobre Dante inundaron las redes sociales.

#Dante Rossi acusado de acoso a actrices #Dante Rossi, diva en el set #Dante Rossi durmiendo con fans #Dante Rossi, operaciones estéticas #Dante Rossi, sugar daddy millonario.

En menos de media hora, las marcas que patrocinaban a Dante cancelaron sus contratos y los papeles que había conseguido desaparecieron. Peor aún la película en la que estaba trabajando pidió reemplazarlo. Su agente, desesperado, lo llamó, pero él no contestó, así que la llamada llegó a mí.

—Carmen, nos conocemos desde hace tiempo, no voy a andar con rodeos. Sabes quién está detrás de esto, ¿no? El señor Alejandro me llamó personalmente. Dijo que, si vuelves con él, Dante recuperará su reputación.

Apreté el celular con fuerza. Mi voz temblaba:

—¿Y si no lo hago que entonces?

—Entonces, Dante será vetado por completo de la vida actoral. Es un joven de familia humilde que ha trabajado duro mucho para llegar hasta donde esta. Si Alejandro no lo deja en paz, lo que ha ganado estos años no alcanzará siquiera para pagar las multas por incumplimiento de todos sus contratos.

Colgué, sintiéndome impotente, como si estuviera de vuelta en esa pesadilla de hace seis años. Pero Alejandro aún podía ser más cruel. Minutos después, recibí una llamada del hospital.

—Señora Carmen, la agenda del doctor Manrique está saturada. La cirugía de su hijo se pospondrá.

—¿Se pospondrá por cuánto tiempo?

—No lo sabemos con certeza por el momento.

En ese instante, tuve ganas de estrellar el celular contra la pared.

Joselito tenía una enfermedad cardíaca congénita y su estado se había agravado en los últimos años. Dante y yo habíamos luchado para conseguir una cita con el doctor Manrique. Yo podía esperar, pero Joselito no.

Dante estaba ocupado lidiando con sus problemas laborales, y yo no quería agregar más presión. Pero la tristeza y la frustración me consumían, y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Fue entonces cuando Alejandro llamó, tan autoritario como siempre:

—Si quieres ayudar a tu esposo y salvar a tu hijo, ven a la habitación 1362 del Azure Grand Palace en una hora.

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