Alejandro me dijo el nombre de un hotel y se llevó a Robertito sin siquiera dignarse a mirar atrás. Pero yo nunca pensé en recuperarlos, así que no había posibilidad de ir a buscarlos.A las cinco de la tarde del día siguiente, salí para ir al aeropuerto a recoger a José, el hijo que tuve tras volverme a casar.El niño había estado unos días con mi cuñada, y hoy volvía solo desde el extranjero con la asistencia especial de la aerolínea.No lo había visto en medio mes, y lo extrañaba mucho. Pero, para mi sorpresa, al llegar al aeropuerto, me encontré de frente con Alejandro y Robertito, quien ya estaba crecido. Ambos tenían caras serias, pero al verme, sus ojos se iluminaron.—Mamá, ¿los pasteles de nata que llevas son para mí? ¡Muchas gracias, mamá! Sabía que vendrías.Roberto me arrebató la caja de las manos, muy emocionado.Alejandro, a su lado, mantenía cara de pocos amigos:—Te dije que tenías hasta las tres de la tarde. ¿Sabes qué hora es? Deberías aprender de la puntualidad de Lu
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