Roma/Italia
Elena entró al hospital con esa ilusión en su pecho de que tendría esa familia que deseaba. Serían dos y eso estaba bien para ella.
La clase de vida que solía llevar Elena era deprimente, sin importar que tan mal se sintiera se esforzaba en mostrar una sonrisa, aunque le costaba trabajo lidiar a diario fingiendo llevar una vida perfecta.
En el mismo lugar estaba Cristina, esperando que Leonardo terminara una llamada. No quería quedar embarazada de este modo, odiaba esa idea. Se giró y en ese momento Elena chocó con ella haciendo que cayera.
Cristina se levantó completamente molesta, Elena estaba revisando algunos documentos y no se dio cuenta en qué momento chocó contra ella.
—Lo siento, siento tanto haberte lastimado —se excusó Elena.
—¿Por qué no te fijas por dónde caminas? —Cristina la miró de arriba abajo—. No respondas, es obvio que por tu peso no puedes mirar a tu alrededor.
—Le estoy ofreciendo disculpas. No me fijé por donde caminaba.
—Es increíble que permitan el ingreso a mujeres como tú aquí, mujeres gordas que van tumbando a las personas a su paso.
—Mire señora, no voy a permitir que me humille —Elena dijo molesta.
—Yo no te estoy humillando, tú sola te humillas… mírate.
Cristina acomodó su bolso y giró sobre sus talones para irse de ahí. Elena suspiró, no era la primera vez que alguien se burlaba de ella por su cuerpo. Pero cada una de las ofensas que las personas hacían hacia ella, dolía como si fuese la primera vez.
Elena fue hasta la cafetería del hospital necesitaba tomar algo, se mostraba bastante nerviosa, estaba solo un paso de conseguir su tan anhelado sueño de ser madre, pero la falta de apoyo y compañía causaba que todo fuera aún más difícil.
Las personas a su alrededor estaban acompañados
En la mesa de al lado se ubicó Leonardo, él se encontraba haciendo unas cuantas llamadas mientras estaba en espera de que su esposa fuera inseminada.
El teléfono de Elena una vez más sonó, antes de que diera respuesta movía las manos de manera involuntaria dejando claro lo nerviosa que se encontraba, su manera de actuar llamó la atención de Leonardo.
Sin embargo, su manera de actuar no fue lo único que llamó la atención de Leonardo. Era una mujer diferente a las que estaba acostumbrado a ver, pero no solo era diferente, era una mujer hermosa.
—¿Qué carajos sucede contigo?, no te molestes en engañarme, ya estoy al tanto de lo que pretendes hacer, soy tu padre y te exijo que dejes en el olvido la estúpida idea de ser madre, ya es suficiente contigo como para tener que lidiar y soportar un hijo tuyo —habló su padre siendo frío y severo.
»¿Crees que no me enteré de que estás en la clínica de uno de mis conocidos?
El cuerpo de Elena comenzó a temblar ante el simple hecho de escuchar la voz de su padre, lo conocía perfectamente y sabía que no tenía límites, que posiblemente estaría con ella en cualquier momento para reclamarle como si estuviera cometiendo un delito.
—Avergonzarás a la familia si llegas a hacer eso.
—¿Me dices que voy a avergonzar a mi familia? Te recuerdo que tú fuiste el primero que avergonzó a la familia, metiéndote con mi mejor amiga cuando mi madre enfermó, cuando estabas casado con ella.
—Eso no es lo importante ahora.
—Ya lo decidí y no intentes hacer que cambie de decisión, no hay vuelta atrás, no te preocupes por mí, ni mucho menos por mi hijo, trataré de mantenerme distante así no te molestaremos, siempre he estado sola, crecí sin tu cariño siento ignorada cuando más lo necesite —respondió Elena llenándose de valor.
Los ojos de Elena se humedecieron y su voz se entrecortó. Él nunca la había respetado o tratado con cariño… ya no sabía que esperar de él.
—Me preocupo por el posible escándalo que causaría tu embarazo, entiéndelo solo intento librarte de más burlas, he hecho todo lo necesario para que la empresa se mantenga lejos de los malos comentarios, entiende que para mí la estabilidad de la empresa está primero antes que tus ridículos caprichos.
—Lo sé —lo interrumpió—. Por eso te aseguro que lo que suceda con mi hijo al igual que conmigo estará aislado de tu vida y de tus negocios, ya has dejado claro lo insignificante que soy para ti, lamento haber arruinado tu vida —un enorme nudo se atravesó en la garganta de Elena impidiendo que pudiera continuar.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Elena, lentamente bajó el teléfono terminando la llamada con su padre; recostó la cabeza sobre la mesa rompiendo en llanto sin importar el lugar donde se encontraba.
Leonardo se vio obligado a terminar la llamada debido a que Elena no le permitía escuchar, fijó la mirada en ella, los deseos de reclamarle desaparecieron al notar la desgracia que estaba viviendo. Sus ojos a pesar de estar hinchados, tenían un brillo particular, un brillo que llamaba su atención.
Elena movió el brazo para sacar un pañuelo de su bolso y de manera involuntaria regó la bebida sobre el traje de Leonardo, lo cual hizo que él se levantara de manera abrupta.
—Lo siento, soy una tonta no me fijé, por favor permite cubrir con el gasto del daño que he causado —dijo ella mientras sacaba la chequera del bolso.
—Olvídalo —impuso Leonardo con aquel tono de voz ronco.
Elena avergonzada bajó la cabeza y se marchó, Leonardo entre dientes maldecía su mala suerte, a pesar de que por un segundo había quedado deslumbrado con ella.
Al llevar la mirada a la mesa donde se encontraba Elena se percató que allí había dejado una carpeta, a pesar de su molestia estiró el brazo y de inmediato la abrió.
En el interior había información detallada sobre los datos personales de Elena junto con una fotografía, Leonardo sintió deseos de lanzarla al suelo por el daño que le había causado a su traje, pero al recordar la miserable escena sintió pena por ella y decidió devolvérla.
Leonardo caminó detrás de ella, antes de que las puertas del ascensor se cerraran colocó la mano, Elena continuaba llorando, estaba de espalda con el rostro bajo evitando tener contacto, sus mejillas impregnadas hacía que sintiera vergüenza.
—Elena Lombardo —la llamó Leonardo por su nombre logrando conseguir que nuevamente su llanto se detuviera.
Aquel tono de voz ronco y desafinado era difícil de olvidar, Elena apretó los ojos sin duda alguna era el mismo hombre al cual le había arrojado la bebida sobre su traje, ella espantó la mirada, lo primero que vino a su cabeza era que aquel hombre lo había enviado su padre para evitar la fecundación.
Leonardo estiró el brazo y colocó la mano sobre su espalda alta llamando su atención, de inmediato ella se puso nerviosa, su piel se colocó de puntitos por el roce de su piel con la suya.
Elena apretó los labios y exhaló con fuerza, definitivamente no era su día de suerte, se llenó de valor y giró su cuerpo de un solo movimiento manteniendo el rostro bajo.
Lentamente Elena levantó el brazo, acomodó el cabello atrás de su oreja y levantó su rostro.
—Sí soy yo, ¿qué quiere de mí? —preguntó mientras levantaba la mirada para conectarla con el rostro de Leonardo.
»Claramente no está aquí para enmendar el arreglo de su traje, porque rechazó el dinero que le ofrecí para compensar el daño. Si viene de parte de mi padre le informo que no podrá hacer nada para evitar que la fecundación tenga éxito...
Una vez Elena tuvo contacto visual con Leonardo enmudeció, debido al momento bochornoso en la cafetería ella no observó su rostro, en aquel momento todo su cuerpo se estremeció, Leonardo era diferente al personal con el que a diario se rodeaba en la empresa de su padre.
Elena escaneó el cuerpo de Leonardo llenándose de miedo, las puertas del ascensor se cerraron, en su interior gritaba pidiendo ayuda para salir de aquel momento.
La mirada de Elena se fijó en aquellos tatuajes, la loción amaderada se impregnó en su nariz, el rostro rudo con el ceño fruncido y aquella mirada que atravesaba hasta el fondo de su alma hicieron que todo el cuerpo de Elena se estremeciera.
Por unos cuantos segundos Leonardo había logrado conseguir que ella saliera de su deprimente realidad en la que vivía y en aquellos momentos alucinara en una realidad extorsionada.
—Ha olvidado la carpeta sobre la mesa procure ser más cuidadosa —la regaño.
Ella simplemente asintió mientras que sus labios se separaron, pero de su boca no salió una palabra.
Elena simplemente asintió moviendo levemente su cabeza siendo inevitable no fijarse en aquella cicatriz que marcaba el rostro de Leonardo, de repente Elena sacudió la cabeza regresando a la realidad.
—Gracias, es usted muy amable, nuevamente lamento el accidente de la cafetería —Leonardo levantó la mano impidiendo que ella continuara.
El tono de voz entrecortado y al mismo tiempo suave por parte de Elena desapareció ante la voz gruesa y arrogante de Leonardo.
El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron, Elena incómoda e intimidada descendió dando pasos largos; Leonardo marcó su mirada en Elena, aquella acción causaba que ella se sintiera como un pequeño ratón justo al lado de un feroz y temido gato, intimidada se vio obligada a bajar la mirada ante la imponente presencia de Leonardo.
—Con permiso —musito Elena desde la parte de afuera, siendo inevitable que le diera una última mirada a aquel hombre misterioso y con cuerpo musculoso.
Leonardo chasqueó con la lengua, no solía hacer ese tipo de cosas, pero era imposible no sentir lástima por una mujer como lo era Elena.
Elena se dirigió con el corazón pulsante hacia la sala de preparación, se había propuesto ser madre e iba directo a ello, era su sueño y nadie iba a interferir.