—¿Perdón?—Ella soltó la palabra mientras miraba su mandíbula perfectamente cincelada y continuó diciéndole a su cerebro que lo había oído mal.
Su rostro se volvió levemente para mirarla y su corazón literalmente se estremeció en su pecho cuando sus ojos esmeralda se encontraron con los dorados, pero lo que hizo que su corazón saltara a su garganta fueron las motas rojas que comenzaron a formarse en el dorado de sus ojos.
Como si le prendieran fuego, ella lo empujó abruptamente y se levantó de su regazo dando dos pasos hacia atrás mientras lo miraba mientras respiraba por la boca.