Cuando vio el identificador de llamadas, se quedó helada… y después suspiró con alivio.
—Es Julia. ¡Mira! —le mostró la pantalla a Alexander.
Su rostro permaneció imperturbable, inescrutable. Sus labios delgados no se movieron ni un milímetro.
—Voy a contestar… —susurró Maya.
Obedeciendo sin protestar, atendió la llamada frente a él y activó el altavoz. Alexander le había dado una orden directa, y ella no se atrevía a desobedecer. Además… él quería pruebas, ¿no? Quería oír cada palabra.
—¿Julia…?— dijo Maya con la voz más estable que pudo reunir.
—¿Has salido de la oficina? ¿A qué hora te fuiste?—
—Me fui hace media hora, ¿qué pasa?—
—Acabo de terminar de grabar una escena nocturna para una película. Quería pasar por la estación de televisión e ir a cenar juntas ya que estaba cerca. ¿Por qué no voy por ti y salimos a comer? No te preocupes, después te llevo a casa —dijo Julia con rapidez.
Maya respondió:
—Eso es muy amable de tu parte, pero tengo que negarme. Ya es muy tarde y mañana