Entró tras ellos y, por instinto, cerró la puerta para evitar testigos.
Yvonne se estabilizó.
—¿Qué quieren? —preguntó furiosa.
Roberto dijo con frialdad:
—¿Prefieres entregarlo tú o que te obligue?
—¡Ustedes…! —Yvonne estaba indignada, pero su arrogancia disminuyó.
—Roberto, soy la prometida de Alexander. ¿No tienes miedo de lo que él pueda hacerte por tratarme así?
Roberto no respondió. Dio otro paso hacia ella.
Yvonne retrocedió, sorprendida.
Cuando reaccionó, su teléfono ya estaba en la mano de Roberto.
—¡Devuélvemelo! —gritó Yvonne, intentando recuperarlo.
Roberto la fulminó con una mirada tan severa que ella se quedó paralizada, incapaz de mover un dedo.
Solo pudo quedarse temblando de rabia.
—¡Doble moral! —explotó Yvonne—. A Maya la tratas diferente. Cuando intento tomar mi propio teléfono, me miras como si fuera basura. Pero cuando ella intenta quitarte cosas, ¡coqueteas con ella! ¿Y ni siquiera puedo tomarles una foto?
Roberto no dijo nada.
Maya se quedó junto a ellos, obser