Rápidamente, esbozó una sonrisa tensa para suavizar la situación.
Sabía cuándo debía ceder.
—Esto… fue un malentendido. Los documentos se me cayeron.
Por favor, señor Brook, perdóneme. ¡Los recogeré ahora mismo! —dijo, fingiendo calma.
Qué impulsiva fui… pensó mientras se agachaba.
Algunos papeles habían caído cerca de Alexander, incluso debajo de su escritorio.
Tuvo que inclinarse, casi arrastrándose bajo sus pies para alcanzarlos.
Olvídalo. Hazlo por los niños, se repitió en silencio.
Respiró hondo, se puso en cuclillas y empezó a recoger los documentos.
Cuando se inclinó hacia los que estaban junto a sus zapatos, su rostro quedó peligrosamente cerca de sus piernas.
Intentó distraerse mirando los elegantes Oxford negros que llevaba puestos.
Pero justo cuando tomó el último papel, sintió una presión repentina en la nuca.
—¡Ah! —soltó, sobresaltada.
Los papeles volvieron a caer al suelo. Su cuello estaba tan comprimido que su mentón rozó el muslo de Alexander.
Era duro, firme, imposib