—¿O prefieres que te lo dé boca a boca?
—No… no es necesario —respondió con incomodidad.
Por miedo a que realmente lo hiciera, tomó la taza y bebió pequeños sorbos.
El aroma del jengibre era cálido y reconfortante.
Roberto se dio la vuelta y fue a buscar algo más.
Regresó con una bolsa de agua caliente eléctrica, claramente de buena marca. Tras enchufarla y calentarla, la dejó caer sobre el regazo de Maya.
Ella dudó unos segundos, pero finalmente la colocó sobre la parte baja de su abdomen.
Roberto se sentó a su lado, inexpresivo.
—¿Todavía venden bolsas de agua caliente en esta temporada? —preguntó Maya con curiosidad.
—¿Hay algo que no puedas comprar si tienes dinero?—
Maya reflexionó, pero no encontró una respuesta.
La atmósfera quedó en silencio, pesada e incómoda.
Apretó la bolsa de agua caliente contra su abdomen mientras bebía el té de jengibre. El dolor en su estómago comenzó a disminuir; al menos ya no estaba tan mal como para impedirle sentarse.
—Tu cara parecía la de un fan