¿De qué otra forma podía detener las transgresiones de Alexander?
¿Y cómo podía negar su fertilidad cuando había sido ella misma quien lo había mencionado?
Maya bajó la mirada hacia la cicatriz grabada en su abdomen y sintió que un dolor de cabeza se avecinaba…
Al día siguiente, al mediodía, fue a comprar anticonceptivos de emergencia.
En teoría, la píldora era eficaz siempre que se tomara antes de que transcurrieran setenta y dos horas, pero Maya siempre sentía que Alexander era diferente a los demás hombres. Era como si retrasarse siquiera un segundo fuera un riesgo enorme, como si en cualquier momento pudiera acabar con otros tres niños creciendo en su vientre.
Estaba absolutamente aterrorizada.
Maya sabía muy bien que Alexander no se detendría con una sola vez. ¿Tendría que tomar la píldora constantemente si él la forzaba una y otra vez en el futuro?
En la farmacia…
—Disculpe, ¿hay algún anticonceptivo que sea menos dañino para el cuerpo? —preguntó Maya.
—Tendría que tomar anticon